No pude ver la exposición de fotografías de Francesc Torres que tuvo lugar entre septiembre 2007 - enero 2008 en el International Center of Photography (Nueva York), pero cuando me enteré de él, pedí el libro para investigarlo más a fondo. Cuando llegó, no pude dejar de pensar en Regarding the Pain of Others (2003) de Susan Sontag, un título que salió poco antes de su muerte. Se puede leer una reseña en el NYT aquí.
En su estudio, Sontag, como hizo en el más conocido On Photography, cita el ejemplo de la GCE como acontecimiento histórico imprescindible para entender la forma en que nos relacionamos con las imágenes de guerra: "The Spanish Civil War (1936-39) was the first war to be witnessed ('covered') in the modern sense: by a corps of professional photographers at the lines of military engagement and in the towns under bombardment, whose work was immediately seen in newspapers and magazines in Spain and abroad" (21). Pero Sontag también va más allá de su trabajo anterior, hasta dialogando y criticando a sí misma en el capítulo 7 de Regarding the Pain of Others:
In the first of the six essays in On Photography (1977), I argued that while an event known through photographs certainly becomes more real than it would have been had one never seen the photographs, after repeated exposure it also becomes less real. As much as they create sympathy, I wrote, photographs shrivel sympathy. Is this true? I thought it was when I wrote it. I'm not so sure now. What is the evidence that photographs have a diminishing impact, that our culture of spectatorship neutralizes the moral force of photographs of atrocities? (105).No creo que sea casualidad que, dentro del último año, han salido dos libros (y tal vez más, de los que aún no me he enterado) documentando fotográficamente las exhumaciones de las fosas comunes en España. Estas imágenes, de gente inclinada sobre la tierra con las herramientas de la excavación -- palos, georadares, grúas -- se han hecho más y más comunes en los diarios y sitios web de la recuperación de la memoria histórica, como el de la ARMH. A veces, estas fotos no sólo se centran en el proceso de excavar, sino también nos permiten ver los restos de los muertos, los objetos que llevaban con ellos (relojes, anillos, monedas, etc.), o la forma en que cayeron al ser fusilados. También es frecuente ver alrededor de la excavación en proceso a los familiares de las víctimas y, de vez en cuando, a los periodistas o videógrafos.
Oscura es la habitación donde dormimos ofrece una serie de imágenes duras de ver: mandíbulas, dientes, calaveras y otros huesos. La mayoría de estas fotos están en blanco y negro y se entremezclan con ensayos críticos, fotos de antropólogos forenses y voluntarios, fotos familiares, citas, testimonios, y grabados de la obra de Goya. El libro también contiene varias hojas que se pueden desplegar para ver un dibujo arqueológico de una fosa y una fosa en que la gente ha dejado flores. El último segmento, "El retorno," es el único en color. Según Torres, estas imágenes documentan el acto de devolver los restos de los fusilados a sus familiares para que pudieran darlos una sepultura digna:
A finales del mes de julio 2006, setenta años después del comienzo de la guerra, exactamente dos años después de haber finalizado la excavación y después del trabajo de análisis e identificación de los restos, éstos fueron devueltos a los familiares. [. . .] Se fueron diciendo los nombres de los asesinados uno por uno. . . (170).Ver libros como el de Torres, sobre todo cuando no correspondan a una historia personal o nacional de uno, puede dejar al espectador con una sensación bastante incómoda, o de voyeur. Pero por eso creo que son tan fundamentales los testimonios personales que incorpora Torres. Estas "voces" acompañan lo visual para hablarnos de lo que estamos viendo, para conectarnos con las caras y los nombres de gente viva que experimentó directamente la represión franquista -- y también, para que sus hijos y nietos nos narren sus historias. El problema, como explica Sontag, no es que la gente recuerde por medio de las fotos, sino que termine recordando solamente las fotos (89). Aquí - y parecería que en La memoria de la tierra también - la meta es conectar la imagen con el testimonio y la reflexión, y es recordar al espectador que los huesos de los fusilados también representan nombres, edades, historias personales. Si las imágenes de las exhumaciones tienen un poder espectral, no pueden contar solas sus historias. Como nos recuerda Sontag, sólo las narraciones pueden ayudarnos a entender lo que expresan las fotos (89).
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