El libro de las aguas, una novela del poeta y escritor cordobés Alejandro López Andrada, se publicó en 2007, pero la primera vez que supe de este título fue hoy, cuando he leído del estreno del pasado 13 de noviembre de una película homónima del director Antonio Giménez-Rico. La novela, la que sinceramente me interesa más que la peli (como casi siempre), trata la vuelta de un exiliado a España después de la muerte de Franco; la película "se sitúa en una pequeña población de Andalucía al año siguiente del fin de la Guerra Civil española, un periodo de posguerra que el director considera 'más terrible' que la propia guerra y aún más en una colectividad pequeña en la que conviven vencedores y vencidos y hay conflictos de clases sociales" (ver artículo aquí).
De momento, para mí habrá que esperar saber más de la película, porque no parece haber tráiler disponible en internet. En cuanto al libro, también habrá que tener un poco de paciencia, porque va a tardar unos 10 días en llegar hasta aquí. Sin embargo, puedo decir por ahora que lo que me interesa de lo que he leído de los dos textos es el tratamiento intergeneracional de la memoria, o el tema de que un hijo vuelve a España del exilio y empieza a investigar el pasado de su padre. Además, que lo hace en los 70 no me parece casual.
Tal vez me equivoque, pero tengo la sensación de que más y más novelas sobre la GCE y el franquismo están volviendo a la década de los 70, como para continuar con el trabajo inacabado de la Transición. Por ejemplo, esta vuelta la vemos en la magnífica novela de Isaac Rosa, ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007). La novela empieza un 5 de abril de 1977, en segunda persona, cuando un escritor va en busca de un pueblo literalmente borrado del mapa. Como tantas otras obras posmodernas, el libro de Rosa no sigue una línea recta ni mantiene una sola voz narrativa, sino que incorpora distintos registros y juega con nuestra percepción del tiempo.
Pronto pienso terminar con Los rojos de ultramar, una novela de Jordi Soler, que, muy generalmente hablando, es sobre los catalanes exiliados en Veracruz, México. Que yo sepa, no hay muchas novelas de hoy que relaten la experiencia de volver del exilio a España en los 70, lo que me hace pensar un poco en la influencia de la política de la actualidad en la memoria. Algunas preguntas sueltas: ¿Se puede hablar de una posmemoria en exilio? ¿Cómo se construye, se facilita o se manipula una memoria del pasado desde la vuelta? ¿Cómo se maneja esa memoria al lado de la que se construyó desde el exilio? ¿Cómo impactan estas identidades transnacionales la identidad nacional, y su memoria colectiva?
Seguramente, cuando se habla de las memorias históricas, se tendrán que tener en cuenta las migraciones transnacionales, y su impacto en los hijos y los nietos de exiliados. Espero que El libro de las aguas nos ayude a considerar un poco esta cuestión.
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