viernes, 17 de julio de 2009

Reseña: "Bucarest, la memoria perdida," de Albert Solé

Estoy de vacaciones, y he estado viendo muchas películas últimamente, la mayoría de cine negro estadounidense. Pero ya era hora de volver a mi campo de investigación, así que anoche he visto dos españolas -- Bucarest, la memoria perdida, un documental de Albert Solé, y La buena nueva, película de ficción ("basada en hechos reales") de Helena Taberna. Aquí me gustaría reseñar brevemente la película de Solé, y en otro post hablaré de la de Taberna.

Me enteré por primera vez de Bucarest, la memoria perdida hace unos meses, y escribí aquí de la película antes de haberla visto, y antes de que ganara un Goya en la categoría de cine documental. Albert Solé, su director, es hijo de Jordi Solé Tura, uno de los padres fundadores de la Constitución de 1978. Solé Tura sufre actualmente el Alzhéimer, pero aquí, la "memoria perdida" no sólo se refiere a la de Solé Tura, sino también a la de su hijo, nacido en Rumania en 1962. Como gran parte del film nos enseña, cuando se altera o se borra la memoria de alguien que queremos, hay un cambio (a veces imperceptible hasta mucho tiempo después) en nuestra memoria e identidad también - nuestros recuerdos de quien era esa persona, o de quienes éramos nosotros con ella, chocan con nuestra imagen actual de esa persona -- y ese choque produce los recuerdos que vamos a tener algún día. Parte de nuestra identidad muere también con la inhabilidad de esa persona de relatarnos nuestra historia. Pero, como ha dicho Pablo Neruda, "es mejor recordar lo que va a suceder," y esa parece ser la labor de Albert Solé en la creación de esta película.

foto de Jordi Solé Tura, en EcoDiario
Bucarest, la memoria perdida narra la vida política del padre, un militante antifranquista, que, tras varios exilios, vuelve a España y es instrumental en el desarrollo democrático del país. Entrevistas personales muy emotivas con familiares de Solé contrastan con los recuerdos de figuras políticas destacadas como Jorge Semprún, Santiago Carrillo, y hasta Manuel Fraga. Fragmentos audiovisuales de la época franquista, tanto dentro como fuera de España (las emisiones de Radio Pirenaica, por ejemplo), recorren varias décadas de la historia española, ayudando a establecer la identidad de un hombre que está perdiendo todo sentido de sí mismo y su historia. El director explora la identidad intelectual y política de Solé Tura más que su papel como esposo y padre, pero no es decir que estas posiciones -- la familiar y la política -- no se mezclen, una interfiriendo en, o mejor dicho, informando a la otra.

El tema del exilio es el hilo conductor del documental de Solé -- el exilio exterior e interior y el auto-exilio provocado por el Alzhéimer. La película empieza señalando la inestabilidad de la identidad, sobre todo de la vida empezada en el exilio: Solé no sabía hasta que tenía 9 años que no había nacido en Hungría, el país que siempre habían mencionado sus padres (nos enteramos después que se intercambió Budapest por Bucarest en el certificado de nacimiento de Solé, para mantener la clandestinidad de la familia). La existencia se define por múltiples apellidos, documentos falsificados, mudanzas cuyo destino se desconoce por los propios viajeros.

Los paralelos que crea Solé entre esta vida y la de su padre ahora, luchando por reconocerse, y por reconocer a su propio hijo y mujer, es lo que hace que este film sea tan maravillosamente concebido. Esta no es una película sobre el Alzhéimer y los efectos desastrosos de esta enfermedad -- no se trata de definir en quien se ha "convertido" Jordi Solé Tura o en explotar su condición debilitada. Bucarest, la memoria perdida es un intento de recuperar un pasado que ya no se puede verificar por su propio autor, de reconstruir una identidad que va más allá del ámbito familiar y permite apreciar y entender los esfuerzos de otra generación para derribar el fascismo. Al mismo tiempo, el documental ofrece un "álbum familiar" para transmitir la historia del abuelo a la hija del director, a quien va dedicada la película.

Albert Solé, en los Goya 2009, en http://www.daylife.com/photo/0bXY6IL2dy124

El director termina su obra elegíaca contrastando las perspectivas de dos mujeres: la segunda esposa de su padre, y Noa, la hija de Albert Solé. La esposa de Solé Tura le dice al director que es mejor no recordar quien era su marido antes. Duele demasiado recordar, y entre lágrimas, admite que olvidar es la única manera de seguir adelante. Para ella, el olvido de su esposo es contagioso; parece ser que la única manera de acompañarlo es por vivir con él, y con el Alzhéimer, día a día. En seguida después de esta entrevista, la última secuencia del film se nos presenta con una vista desde arriba de un laberinto, el que está en la portada del DVD. Oímos la voz de una niña - es Noa, la hija del director -- buscando a su abuelo. "Jordi," le llama, "¿dónde estás?" Noa intenta explicarle cómo salir del laberinto, y es esta imagen poderosa con la que termina el film. El padre-director provee el enlace entre pasado y futuro, enfatizando la necesidad de transmitir el pasado de una generación a otra. De la misma manera que Albert Solé empieza el film deseando indagar en quien era su padre, así lo acaba su propia hija. Los dos tienen en común el deseo de revelar a Solé Tura, para conocer sus orígenes, y así ayudar a salir del laberinto la memoria.


Bucarest, la memoria perdida es un documental serio, y con eso quiero decir que es una obra pulida y profesional. Las escenas fluyen de una a otra sin transiciones torpes o intervenciones inapropiadas por parte del director. La voz en off es justo lo suficiente para no estorbar, y las entrevistas mantenidas con los familiares de Solé Tura nunca parecen explotar la gravedad de la situación en que se encuentran.

Si tuviera que hacer una crítica del documental, diría que huye de ser más crítico para con la información recibida (para con los recuerdos de los otros, en otras palabras). Aquí, el director parece aceptar todo lo que le dicen sin cuestionar nada de la biografía de su padre. Entiendo que dada la condición cognitiva de Jordi Solé Tura, el director tiene que depender de las perspectivas de los amigos y conocidos de su padre, pero a mi parecer confía demasiado en ellas y nunca las cuestiona, prefiriendo dejarlos hablar y soltar sus recuerdos para la cámara. Los entrevistados terminan creando un retrato más o menos unidimensional de Solé Tura, un retrato que apoya la labor del director y no va en su contra. En otros documentales que he visto en torno a la memoria familiar-política, los directores -- también de la generación de los hijos o nietos de la guerra -- han tendido a cuestionar más las versiones narradas por sus entrevistados, sobre todo cuando no corresponden con las mantenidas por los documentalistas. Son documentales más auto-reflexivos o metafílmicos. Aquí, es como si la imagen de Solé Tura promovida por su hijo-director se centrara casi exclusivamente en su vida política, y los entrevistados sirven para confirmar y elaborar ese retrato, no queriendo desviar de cierto camino pre-establecido. He notado muy pocas críticas de Solé Tura; en cambio, los espectadores reciben una visión muy admirable del ex-militante antifranquista. Hay algunos momentos que indican las divisiones internas entre los comunistas de aquel entonces, incluyendo el alejamiento de Solé Tura del PCE, pero más que nada Bucarest, la memoria perdida nos enseña un Jordi Solé Tura sumamente inteligente, políticamente comprometido, esencial para el movimiento antifranquista y en la Transición, y admirado por todos. Tal vez fuera así, y mis dudas son mal razonadas, pero estudiar el cine documental me ha hecho desconfiar más de las técnicas empleadas para contar una historia.

Por un lado, se puede decir que esta película indaga en la fragilidad de la identidad y la memoria. Pero por otro lado, es un intento de presentar (¿estabilizar? ¿confirmar?) ciertos recuerdos para llenar el vacío dejado por la memoria perdida de Solé Tura. Para él, la historia está acabando o ha acabado ya. Pero para su hijo y su nieta, sigue transformándose. Bucarest, la memoria perdida es, entonces, una película sobre la herencia del pasado y el deber de recordar. Vincula, en este caso, la transmisión del pasado familiar con la del pasado reciente de España. Se lo recomiendo mucho a todos los que están interesados en la historia reciente de España, sobre todo en el exilio, la vida clandestina, y el tardofranquismo. El éxito de Bucarest, la memoria perdida apunta el interés en el tema de la memoria, y también ejemplifica el florecimiento del documental en España en años recientes, punto que espero explorar más tarde en este blog. Espero que continúe este fenómeno!

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