Colección: papel de liar
Páginas: 304
PVP: 20 euros
ISBN: 978-84-936679-5-5
Formato: 14 * 22 cm
Junio de 2009
Del blog Literaturas Noticias:
El periodista argentino Pablo Suero desembarcó a finales de 1935 en la España febril que aguardaba entre soflamas y ansiedades las elecciones de febrero sin aceptar del todo que estaba también afilando los cuchillos del matadero. (Eso, por supuesto, lo vemos nosotros, profetas irrisorios que disponemos de aquel futuro para contemplarlo como contemplamos el destino inexorable de las malas novelas.) Durante los meses siguientes enviaría a su periódico una serie de crónicas donde dibujaba con esmerada prosa el aire de las calles, el humo de los cafés y, por encima de todo, el agridulce sabor de las palabras. Aunque ya entonces silbaban algunas balas, las palabras eran aún la materia prima de casi todos los estragos: hoy, setenta años después y con aquel futuro a nuestras espaldas, estremece oírlas en arengas, grandilocuencias o necedades, pero también conmueven como dardos melancólicos cuando tejen bromas, chascarrillos, habladurías, envidias o pequeños rencores ahora oxidados.
Suero conversó, y en muchos casos fraternizó, con la crema política e intelectual madrileña de la época, dio cumplida cuenta de sus conversaciones en los artículos que mandaba a Buenos Aires y, cuando terminaba el año, recopiló esos textos en un volumen cuyo título pregonaba a los cuatro vientos la postura del autor frente a la contienda ya iniciada. Para esas fechas, varios de sus interlocutores o actores secundarios habían sido baleados por la justicia reinante: el elocuente y vigoroso Calvo Sotelo, a quien vemos impartiendo doctrina a punto de convertirse en protomártir, el siempre cordial y fogoso José Antonio, el ocurrente Muñoz Seca, el engolado Maeztu y García Lorca, el gran cautivador cuyo fusilamiento se resiste a aceptar su amigo argentino al final de estas páginas. Otros morirán algo más tarde en la cárcel (Hoyos y Vinent, Miguel Hernández) o el exilio (Antonio Machado, Azaña, Juan Ramón Jiménez, Prieto, Largo Caballero, Jiménez de Asúa…); unos cuantos se afiliarán con resignación o entusiasmo a la España franquista (Gómez de la Serna, Benavente, Manuel Machado, Marquina, Baroja…); y unos pocos regresarán del destierro con las manos abiertas como Alberti o con el puño retórico todavía cerrado dentro del bolsillo.
Lo dicho entonces constituye, pues, la materia prima de este libro. Su materia oscura es el abismo que muchas de esas palabras excavaban y por el que todas se precipitaron.
Pablo Suero, (Gijón, 1898-Buenos Aires, 1943) emigró siendo niño a la Argentina, país donde alcanzó bastante notoriedad como reportero, traductor, dramaturgo y director de escena, aunque hoy es sobre todo recordado como letrista de varios tangos llevados a la fama por Carlos Gardel. En diciembre de 1936 (justo cuando preparaba la edición de España levanta el puño) contrató para su compañía a una jovencísima actriz que pocos años después se llamaría Eva Perón. Suero conoció a Lorca durante la visita de éste a Buenos Aires (1933-34), y a finales del 35 viajó a España para escribir las crónicas recogidas en este libro.
Encontraréis más información en el documento adjunto. Si deseáis recibir un ejemplar del libro, por favor, contactad con:
Ninian Gómez
Comunicación y coordinación editorial
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Dos Españas al filo de la tragedia
El periodista argentino Pablo Suero visitó nuestro país meses antes de la Guerra Civil - Sus entrevistas con figuras de la política y las letras recuperan el pálpito de la época
ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS - Madrid
EL PAÍS - Cultura - 15-06-2009
Pablo Suero llegó a España a finales de diciembre de 1935 para informar a los argentinos sobre un país que, en sus palabras, "palpitaba". Faltaban pocas semanas para las elecciones del 16 de febrero y pocos meses para el golpe de Estado del 18 de julio y Suero, que escribía para el periódico Noticias Gráficas y que también era crítico de teatro y poeta, retrató a través de crónicas callejeras y de entrevistas a políticos, escritores y artistas, un país que bordeaba el abismo. España levanta el puño (Papel de Liar) reúne por primera vez en España (en Argentina se publicó en 1937 al calor de los acontecimientos) aquellas historias en boca de algunos de sus protagonistas.
Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja, Manuel Azaña, Jacinto Benavente, José Bergamín, José Calvo Sotelo, Alejandro Casona, Federico García Lorca, José María Gil Robles, Dolores Ibárruri, Francisco Largo Caballero, Antonio y Manuel Machado, José Antonio Primo de Rivera o Indalecio Prieto son algunos de los personajes que Suero entrevistó al filo de la tragedia. Documento histórico de primera mano estas entrevistas realizadas pocos meses antes de la Guerra Civil confirman una observación del propio Pablo Suero: "No he visto multitudes más dramáticas que las españolas en trance de manifestar sus ideales. Ese dramatismo fluye del silencio, la seriedad y la ausencia de todo exhibicionismo provocativo".
- Manuel Azaña en batín. Vivía en la calle de Serrano, 38, y Pablo Suero le visitó antes y después de las elecciones del 16 de febrero. "Son las diez de la mañana. Ya es inusitado que un hombre en Madrid reciba a hora tan temprana", dice el periodista. Azaña le recibe en batín. Inteligente, arrogante y fatalmente lúcido, Azaña habla: "Soy el único español de sentido común... Aquí la inteligencia está peor repartida que el dinero. ¡Pero el talento no se puede socializar! Soy el hombre más conservador de España desde el punto de vista político, no social... Cuando todos los ensayos disparatados se hayan hecho y esto se haya ido abajo y yo esté exiliado en el extranjero, en el presidio o muerto, dirán: 'Aquel bárbaro de Azaña tenía razón".
- Juan Ramón Jiménez, poeta entre los poetas. Para tomar "el pulso de España, en estos momentos de alta fiebre", Suero decide que una voz imprescindible es la del poeta entre los poetas. Quedan por la tarde, en la casa del autor de las Arias tristes. Al periodista le defrauda el encuentro, le parece que Juan Ramón (un hombre profundamente atormentado) no está a la altura de "esta hora de asolador derrumbe". Es, sin embargo, una de las mejores paradas de este libro. Agrio y pesimista, el poeta ("¿Para qué quiero la vida si para nada me sirve?") se declara "comunista individualista". Reniega de sus colegas y de Neruda dice: "Aborrezco la poesía que es química pura, artificio. ¿Ese Neruda? ¡Pero si no sabe escribir una carta!".
- La ciática de don Pío. Pío Baroja estaba terminando El cura de Monleón, "una novela antirreligiosa, vida de curas". Se queja de la vida del escritor: "No se lee en España. Creo que es un oficio que se acaba en España, éste de escribir libros... Todavía nosotros hemos tenido ilusiones... ¡Pero los de ahora! El escritor vive asfixiado en este medio y los socialistas se recrean con esta asfixia del escritor. Se asfixia uno metido entre estas dos capas plúmbeas de derecha e izquierda...". "¿A qué aspira usted ahora?". "A mi edad y en mis circunstancias, a lo único que se aspira es a vivir tranquilo y a que la ciática lo deje dormir a uno. Ésta es la verdad y el que diga lo contrario es un farsante".
- Largo Caballero, el jefe. "Largo Caballero es un jefe, un verdadero jefe", escribe Suero sobre "el Lenin español". "¿Durará mucho el bloque de las izquierdas?", inquiere el periodista. "Dependerá de la conducta del Gobierno... Si Azaña cumple el programa que nos ha unido, comenzará el sabotaje capitalista con el cierre de las fábricas. La prensa, nuestra prensa, que es otro aspecto del capitalismo, se nos echará encima con sus campañas de alarmismo. Y entonces, será difícil...".
- Calvo Sotelo, con empaque. Al periodista le sorprende que Calvo Sotelo es "por fin" un político que no vive modestamente, sino como casi todos los políticos argentinos, "en gran tren, con refinado confort". Vive en el madrileño barrio de Salamanca, "despejado y frío". Viste con empaque. "Y de las dictaduras, ¿qué opina usted?". "No soy partidario de la dictadura, pero creo en la eficacia del mando único y estable. Un hombre de Gobierno como Mussolini y detrás el rey, que asegura la sucesión. Creo, eso sí, en el plebiscito...".
- Federico García Lorca, un amigo. Suero habla de Lorca con la rabia del que ha perdido a un amigo. El poeta le habla de sus proyectos y del hambre. Lorca le invita a comer con su familia. Era en vísperas de las elecciones y la madre de Federico le dice al periodista: "Si no ganamos, ¡ya podemos despedirnos de España! ¡Nos echarán, si es que no nos matan!".
- La Pasionaria. Croché en la cárcel. Recibe en la cárcel, acompañada de su abogado. El encuentro es más simbólico que interesante. "¿Se portan bien con usted aquí?". "Sí. No puedo quejarme. Claro que nunca falta el esbirro o la esbirra que aplica severamente el reglamento, pero vamos pasando". "¿Y en qué entretiene el ocio de este encierro?". "Escribo para mi periódico y -agrega sonriendo y mostrando una aguja de croché y un paño- coso un suéter para mi hija".
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