sábado, 5 de junio de 2010

Lectura de verano 1: El dueño del secreto de Antonio Muñoz Molina

Hace seis veranos, cuando estaba preparándome para los exámenes de doctorado, lo único que hacía, día y noche, era leer y sacar apuntes. Leer y sacar apuntes. Excepto en el caso de novelas muy largas como Rayuela o novelas especialmente secas e insoportables, intenté empezar y terminar todo en un par de días, porque cuando terminaba con una novela, había que empezar otra. Este verano, libre de clases y otros deberes, tengo pocos planes concretos menos leer. Tengo hambre de leer lo que quiera, cuando quiera, o dejar un libro y empezar otro cuando me apetezca.

Para organizarme, he preparado una lista de títulos de ficción, no ficción y libros que hay que leer una segunda vez. Las lecturas forman parte de algunos trabajos que estoy escribiendo, y también van a ayudarme a decidir cuáles novelas incluir la próxima vez que enseñe literatura. En este blog he mantenido, desde hace mucho tiempo, una lista de "lecturas de nunca acabar." Estos libros, principalmente novelas contemporáneas, tratan la guerra civil, la posguerra y la Transición. Este verano, voy a intentar resumir y reseñar brevemente algunos de estos títulos, empezando hoy con El dueño del secreto, de Antonio Muñoz Molina.

(foto)

Sin duda, Antonio Muñoz Molina es uno de los escritores más respetados y celebrados de la actualidad. Miembro de la Real Academia, periodista, novelista, casado con la también escritora Elvira Lindo, Muñoz Molina es un escritor prolífico, cuya última novela es un tomo bastante grueso, La noche de los tiempos (hay por lo menos 3 novelas que aún no me he atrevido a leer por su extensión - la de AMM, la última de Almudena Grandes y la última de Manuel Rivas).

Como lectora, mi primera experiencia con Muñoz Molina fue El invierno en Lisboa. Luego leí Beltenebros, Beatus Ille y El viento de la luna. Pero por alguna razón me seguía llamando la atención una novela breve, El dueño del secreto, publicada en 1994.

El dueño del secreto (Castalia, edición de Epicteto Díaz Navarro) tiene lugar en Madrid en 1974; la  novela se ha descrito como una "autobiografía ficticia." El narrador-protagonista, un joven andaluz que ha venido a Madrid a "estudiar" (lo pongo entre comillas porque salvo una o dos escenas, no sabemos nada de su vida estudiantil), consigue trabajo de mecanógrafo para un viejo anarquista, Ataúlfo Ramiro. El narrador -- no recuerdo haber visto su nombre una sola vez -- es virgen, tiene pelo largo, y le afecta una necesidad loca e inoportuna de orinar siempre que tenga miedo. También le caracteriza una incapacidad de guardar secretos y, como admite él mismo, cierta cobardía. Me da la impresión de ser como tantos jóvenes de unos 18 o 19 años, que quieren aparentar ser "revolucionarios" audaces y comprometidos con alguna causa, cuando en realidad, están buscando su propia identidad y son un poco idealistas o ingenuos. Cuando el narrador de 1974 "sale" de esa época para contemplar su vida desde la actualidad (1993), se observa de una forma casi tragicómica -- medio avergonzado por lo que hizo o no hizo e influido, sin duda, por volver la vista atrás desde el mirador de la democracia.

El mejor amigo del narrador, "Ramonazo," es un maoísta con una "novia prochina;" trabaja de mecánico y detesta a los "socialfascistas." Ramonazo ve a Ataúlfo - "mi maestro," según el narrador (117) - como un burgués. Cuando se conocen el comunista y el anarquista, Ramonazo le dice a su amigo, "Pues vaya pinta de burguesón que tiene el tío" (126). La huella de tensiones entre anarquistas y comunistas corre a través de gran parte de la novela. El narrador y Ramanozo comparten habitación en una pensión de Madrid, donde el mundo va abriéndose a los dos "pueblerinos" como suele retratar la ficción esta experiencia -- conocen el metro, la vida nocturna, la bebida, la comida exótica, y por supuesto, las chicas.

Relativamente poco de la novela se enfoca en la vida sentimental del narrador. El narrador alude a una novia, a su foto y sus cartas, pero la mayoría del tiempo lo pasa con Ataúlfo, indoctrinándose en una vida misteriosa donde llega a ser el confidente de Ataúlfo, quien le confiesa primero que es un anarquista, y luego lo involucra en un plan para derribar a Franco.

Para mi gusto, la novela es un poco lenta al principio, pero gana velocidad por la mitad durante uno de los pasajes más interesantes en que el narrador se ve envuelto en una manifestación estudiantil y se encuentra perseguido por los grises. Aunque ya hayamos podido percibir que nuestro protagonista es un poco miedoso, está aquí donde realmente entendemos el miedo y la sospecha que penetran todo en que participa. El pasaje me recuerda descripciones del mayo de 1968, pero aquí, el narrador, ahora con casi 40 años, es capaz de reconocer que su participación en la concentración sirvió casi como máscara para el miedo que sentía. Y este es uno de los temas de la novela - el rechazo a mitificar el pasado:
Una parte de mí, irreductiblemente alojada en el estómago, en las náuseas que provocaban el amontamiento y el miedo, quería marcharse de allí aunque fuese a codazos, esconderse en un aula desierta, en el interior de un retrete, cerrar los ojos y taparse los oídos y no saber nada de los caballos ni del ruido metódico del helicóptero que volaba muy bajo sobre la Facultad, tan bajo que desde el interior veíamos agitarse las copas de los pinos. (111)
La novela termina poco después que Ataúlfo le pide ayuda al narrador a derribar a Franco. Incapaz de guardar hasta este secreto, se lo confiesa a Ramonazo. Poco después, desaparece Ataúlfo, y el narrador está convencido de que parte de la culpa la tiene él por no quedarse callado. Como reconoce en las últimas páginas, el gran secreto realmente no tenía nada que ver con las confidencias de Ataúlfo, sino con ACORDARSE DE TODO: "Nadie piensa ya en aquellos tiempos, nadie se acuerda del invierno y de la primavera de 1974, ni de la ejecución de Puig Antich o del nombre del húngaro o polaco al que le dieron garrote vil en Barcelona. Yo sí me acuerdo de todo: ése es mi secreto. Nadie sabe que aún continúo añorando lo que no sucedió nunca, la revolución franca y gozosa que no llegó a triunfar. . ." (167). Esta cita, si la pensamos unos 15 años después de publicada la novela, es especialmente interesante porque habla del "pacto de silencio" que aún afectaba el discurso público sobre los últimos años de la dictadura; también, revela los avances que se han hecho para recuperar el pasado (una película reciente sobre Puig Antich, por ejemplo, o su foto en las manifestaciones en apoyo a las víctimas del franquismo). La cita nos recuerda además que aquí, en el acto de compartir este último secreto (igual que hago yo en este blog, qué horror), el narrador garantiza que alguien va a pensar en aquellos tiempos.

Como mujer, tengo que decir que siempre he encontrado muy androcéntricas las novelas de A.M.M. El dueño del secreto también lo es. Aquí, las mujeres quedan al margen como accesorios a hombres importantes con agendas políticas. No ha sido una de mis novelas preferidas del autor, pero he leído menos literatura contemporánea sobre el tardofranquismo que la primera posguerra y esta me inspira a leer más ficción sobre los últimos años de la dictadura. El dueño del secreto tiene unas citas muy buenas sobre Franco y la mezcla de ansiedad e impaciencia sobre la posibilidad de su muerte:
Faltaban dos meses para el abril glorioso de Lisboa, menos de tres para el levantamiento español en el que yo aún no sabía que iba a participar, poco antes de un año para que se muriera el enano mineral, el galápago eterno que aparecía en blanco y negro de los televisores como la momia anticipada de sí mismo, embalsamado en condecoraciones o vestido con trajes y sombreros de fieltro de vejestorio diminuto y pulcro, de abuelito fastidioso con el que ya nadie sabe qué hacer. (85)
Nuestra generación. . .fue la última en llegar al antifranquismo, y nos tocó la paradoja de heredar, con dieciocho años, la tradición de derrota de las generaciones anteriores, de respirar un aire enrarecido por treinta y tantos años de desaliento y de invenciones gloriosas y absurdas de huelgas generales que no fueron vencidas porque nunca llegaron a existir. (131)
Me gusta la novela por lo que nos dice sobre la memoria y el olvido. Creo que el autor siempre ha visto con sospecha a los autores que tienden a idealizar el pasado, e intenta enfatizar la necesidad de acercarnos críticamente al pasado, especialmente a nuestro pasado. Reconoce cómo el tiempo distorsiona los recuerdos a la vez que reivindica el derecho a recordar, como afirma aquí: "En esa época, en los setenta, sobre todo al principo, creíamos fervorosamente en la comunicación [. . .] Ahora, algunas veces, yo agradezco exactamente lo contrario, el privilegio de la inviolabilidad, la maravilla del silencio, el derecho a acordarme sin que lo sepa nadie" (168).

1 comentario:

Carmela dijo...

Interesante reseña del libro"El dueño del secreto" de Antonio Muñoz Molina.
No lo leí.Pero lo haré en cuanto tenga tiempo.
De acuerdo a tu resumen narrativo subyacen datos que aportan información de una época aciaga.
Y si relacionas ciertas descripciones del autor con el mayo del 68 vale la pena leerlo.
En realidad fuimos generados por familias que sabían mucho pero hablaban en secreto.Nuestros abuelos y padres se aferraban al silencio motivados por el miedo.
Por éso estos libros reflejan verdades que , "aparentemente" quedaron sepultadas.
Valioso asesoramiento.
Lo tendré en cuenta.

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