lunes, 16 de febrero de 2009

"Historias contadas por las mujeres"

No sé si estar contenta o decepcionada después de haber leído el artículo "Lo que cuenta la derrota," publicado hoy en el diario Público. Contenta, por el enfoque en "las historias contadas por mujeres," pero al mismo tiempo, decepcionada por lo que el artículo nos dice sobre la atención crítica prestada al tema del género y su relación con la GCE y el franquismo.

El artículo nos informa de un aumento reciente - real o percibido - en la producción literaria femenina sobre la GCE y el franquismo. Como apunta la autora Paula Corroto, en los
últimos 10 años, empezando con La voz dormida de Dulce Chacón (fechada incorrectamente en el artículo - no salió en 1998, sino en 2002), "la voz de las mujeres cobra más presencia." Mientras que pueda ser cierta esta observación, no se puede dejar a un lado los importantísimos testimonios en que Chacón basó aquella novela - testimonios de mujeres como Tomasa Cuevas y Juana Doña, mujeres que sobrevivieron las cárceles franquistas. Estos testimonios salían décadas antes de La voz dormida. En La mitad del alma de Carme Riera, una novela sobre la posguerra española publicada en 2004, se encuentran las huellas de Carmen Martín Gaite, Mercè Rodoreda y Carmen Laforet, todas escritoras que escribieron novelas en torno a la posguerra española y, en el caso de la primera, del efecto de la misma en una mujer de la España posfranquista. Aunque puede ser fácil pensar en el contexto actual como el que cuenta, los textos literarios no surgen de la nada. En otras palabras, libros escritos por mujeres sobre la GCE y el franquismo no se han empezado a escribir sólo en la era de la recuperación de la memoria histórica.

Cabe preguntarse si hay un aumento en los títulos publicados por el interés del público, o si es que, como dice Corroto, "la industria editorial no ha podido resistirse a rescatar y novelar testimonios de la represión." Seguramente, las publicaciones representan una mezcla de estos factores, pero la cantidad de textos publicados también parece indicar que hay una nueva audiencia para ellos, o que algunos por fin están listos de prestarles la atención merecida a las diversas voces femeninas que trabajan para indagar en un pasado que han tenido que ir rescatando y reconstruyendo, muchas veces con la ayuda de la imaginación.

Me alegró ver que Corroto seleccionara títulos que tal vez sean menos conocidos, como La noche ciega (Seix Barral, 2004), de Juana Salabert. Y hay muchísimos otros libros contemporáneos escritos por mujeres sobre el tema de la GCE, el franquismo y la memoria en general (Ficción: Eva Díaz Pérez: El club de la memoria; Olga Merino: Cenizas rojas, Espuelas de papel; Emma Riverola: Cartas desde la ausencia; Nativel Preciado: Camino de hierro; Almudena Grandes: El corazón helado; No ficción: Ana R. Cañil: La mujer del maquis; Carmen Domingo: Coser y cantar).

Películas como Soldados de Salamina, El laberinto del fauno, y Las trece rosas -- con mujeres protagonistas -- también han ayudado a diversificar las representaciones de la guerra. Pero a menudo, textos escritos por mujeres no se evalúan por su calidad literaria, sino por el sexo de la autora. Críticos que comentan el "sentimentalismo" de estas obras (como hizo Nora Catelli en su reseña de La voz dormida en El País), o hasta insinúan su presencia como en el artículo citado arriba -- "el gran error es caer en el melodrama, en el sentimentalismo o incluso en el morbo" -- hacen una conexión no tan sutil entre las mujeres y el sentimentalismo (desde luego, debo admitir que yo misma mencioné este término aquí cuando decía que la novela epistolar de Emma Riverola no caía en el sentimentalismo). Pero me cuesta pensar en haber leído del "sentimentalismo" literario de autores masculinos de la GCE y el franquismo. ¿Javier Cercas, sentimental?
¿Antonio Muñoz Molina, sentimental? ¿Julio Llamazares, sentimental? ¿Javier Marías? -- ¡ni modo!

Por otro lado, hablar del sentimentalismo (en textos sobre cualquier guerra) puede resultar útil al evaluar cómo se relaciona con el pasado en un momento dado. Y, cuando se puede identificar variaciones en la representación del pasado traumático (como nota el artículo sobre la escritura femenina de la GCE y el franquismo), es posible que haya un cambio de significado fructífero, que permite dialogar sinceramente sobre una historia común. Incorporar
voces femeninas en el discurso actual de la GCE y el franquismo es imprescindible en la recuperación de la memoria histórica. Porque la historia es de todos y de todas.

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails