lunes, 3 de enero de 2011

Resumen/reseña de "La presa," un corto documental de Jorge Rivero

Anoche vi La presa, un cortometraje evocador de Jorge Rivero del que leí por primera vez en Memoriando, un blog de cine documental muy recomendable y siempre actualizado que he citado varias veces en otras entradas. La presa, que ha aparecido en múltiples festivales internacionales de cine, ganó el primer premio de Nuevos Realizadores del Principiado de Asturias de 2007. Este corto es una delicia visual que, aunque no menciona una sola vez palabras como "dictadura" o "franquismo," es un estudio espectacular en la memoria y el olvido de una época. Aquí primero hablaré de mis impresiones generales del corto, para luego ir elaborando un poco más sobre el Salto de Salime, el lugar físico de donde parte el director.

Quizá de tanto estudiar el tema de la guerra y el franquismo, en un principio pensé que el título de esta película se refería a una persona -- a una mujer presa. Y en efecto, la imagen de la portada del corto puede sugerir, como vemos abajo, que la película trata el tema de encarcelados. Pero también es posible que, como hablante no nativa del español, tienda a leer un significado que simplemente no existe.
La presa no es sobre una persona, sino que se centra en un embalse construido en Asturias en 1946, en plena posguerra. En cierto sentido, "presa" adquiere un doble sentido, porque además de describir el tema del corto, señala un lugar que, como veremos, sí que parece ser presa -- presa del tiempo, del olvido y de su propio paisaje. En la sinopsis del corto leemos lo siguiente:
En 1946 se comenzó uno de los proyectos más colosales llevados a cabo en Europa: la construcción del embalse del Salto de Salime, en una remota y escarpada comarca de Asturias. Joaquín Vaquero Turcios llegó allí con 22 años para pintar el mural de la sala de turbinas, una experiencia que le cambió para siempre y marcó su trayectoria personal y artística.
El corto empieza con una cámara que hace un zoom lento sobre un cuerpo de agua, como si estuviéramos en un barco. Vemos un paisaje nublado y montañoso y oímos una música misteriosa y sin palabras -- ¿o es, en realidad, música? -- luego, el sonido parece ser emitido por un motor. Vamos acercándonos más y más hacia la presa, hasta que la cámara se detiene, dejando la pantalla en negro un segundo, antes de presentarnos con la magnitud de la presa, que contemplamos desde hacia abajo.

A unos 2 minutos desde el inicio del corto, un hombre empieza a hablar. Nunca vemos su cara; en cambio, su voz parece existir sólo para hacer que dialogue la memoria con el olvido, puesto que mientras los espectadores observamos la desolación o el silencio del valle, el hablante recuerda sus impresiones de estar allí -- no ahora, sino en los años 40: "a mí me recordaba más que una obra del futuro, una obra del pasado, incluso una visión de la Ilíada, o de la murallas de Troya..." Recuerda la oscuridad, el tamaño monumental de la estructura y "a las turbas de condenados, digamos, decir, los trabajadores cargados de sus herramientas." La humedad y la nubosidad que permiten entrever la presa construida contribuyen a una sensación de observar un lugar silenciado durante muchos años.

El hablante, recordando los poblados de trabajadores, los compara con el Wild West de las películas norteamericanas: "había una calle principal y la gente paseaba por esa calle, había unos bares, y tascas y salunes a lo película americana también, naturalmente, con sus mujeres de todo tipo." Mientras habla, vemos las cáscaras de casas sin techo, cuyas paredes se han convertido en el lugar propicio para la hiedra. Miramos por unas ventanas sin vidrio y la cámara se detiene para contrastar el crecimiento de plantas con el hormigón gris y frío de muros abandonados. En una escena que podemos encontrar al minuto 7,50 del corto, se destaca la imagen de un cielo azul, una cuesta y dos árboles vistos por medio de lo que debió haber sido en un tiempo una ventana. Los muros grises forman un marco del pasado para el paisaje actual que nos da la impresión de estar viendo una pantalla fílmica. La imagen de abajo viene del archivo de fotos disponible aquí:
Hay una falta total de personas o vida humana en lo que vemos. En cambio, lo que permanecen son huellas fantasmagóricas u oníricas y la voz del hablante que nos guía por el abandono aparente del lugar y nos puebla la imaginación con sus recuerdos de la vida experimentada allí -- hasta que la presa empezó a funcionar y "en el valle quedó solamente el silencio."

Cuando termina de hablar, a unos 9 minutos desde el principio, empieza a cantar una voz a capella. No puedo distiniguir ninguna palabra menos, creo, nieve. De hecho, la letra no parece cantarse en español. Ahora vemos un cambio de estación: la nieve cae pesadamente y el hormigón parece casi azul, tiritando bajo el efecto del frío y tan conmovido como podemos estar nosotros por la voz del cantante. Otra vez, como antes, al terminar la canción, oímos el viento y vemos una pantalla negra. Después, se inicia el último fragmento del corto.

Si hemos leído antes la sinposis, sabemos de antemano que el corto se narra por el artista Joaquín Vaquero Turcios, quien pintó murales en Grandas de Salime en 1955. Antes, ha hablado brevemente en el corto del cambio de planes para su proyecto artístico, diciendo que había pensado crear un mural abstracto que terminó siendo figurativo.

A unos 4 minutos del fin del corto, la cámara se enfoca en el mural de Vaquero Turcios, girando lentamente de izquierda a derecha, revelando así una obra que parece ser igual de gigantesca a la presa. Los colores y las actividades de la gente retratada en la pintura mural contrastan fuertemente con el paisaje que acabamos de ver. De esta manera, el mural, como la voz del artista, re-vigoriza el paisaje abandonado que hemos visto en la primera parte del corto. El mural retrata escenas de trabajo, avances científicos o tecnológicos, y es con esta vista que termina el documental.

He visto dos veces La presa y me gusta bastante. Es misterioso, transmitiendo la soledad o el silencio del lugar, mientras que al mismo tiempo intenta recuperar parte de su historia (sin ahondar en las razones por la construcción de la presa, o en el estado actual del lugar) por medio de la imagen visual y la narración del artista. Recomiendo ver el corto íntegro (abajo), antes de seguir leyendo el resto de este post.



Puede que la presa del Salto de Salime sea algo bastante conocida en el norte de España, o en la historia arquitectural española (y europea) en la primera mitad del siglo XX. Pero yo no sabía nada de ella hasta ver el corto e investigar un poco más en internet. Es muy interesante comparar el corto con el nodo (año desconocido) de abajo:



A pesar de tener dos propósitos totalmente diferentes, los dos vídeos subrayan la construcción de la presa, pasando por alto a los hombres que la hicieron. Según lo que he podido averiguar en internet, durante la construcción del Salto de Salime, perdieron la vida más de 100 hombres. No he podido encontrar mucha información sobre los que trabajaron allí, excepto que muchos eran andaluces y que había unos 3500 obreros en total. Se puede consultar más aquí y aquí. Dado que el embalse se empezó a construir a unos pocos años después del "fin" de la guerra, me gustaría saber más sobre el estatus de los obreros (en ningún lugar se habla de la construcción como un trabajo forzado o de presos políticos) y el uso propandístico del proyecto, como el que vemos en el nodo. Tal vez, uno de los motivos del corto es apuntar ciertos silencios y hacernos preguntar por esa gente que falta en un paisaje que retrata tanto poder físico. ¿Qué es la memoria cuando lo único que queda es la geografía y su peculiar monumento al pasado?

En mi opinión, La presa es un corto estupendo en que el paisaje asturiano desempeña un papel central. Me inspira a querer visitar el lugar, aunque seguramente se prohíbe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si pides una cita previa se deja la visita al interior de la presa.

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