martes, 20 de julio de 2010

La cansada teoría de "dos fantatismos" que se chocaron

No había visto el artículo "La tercera España, 74 años después" del pasado 18 de julio pero hoy, después de leer una carta escrita en respuesta a él, he buscado el original. Copio y pego los dos abajo, y de paso, agrego unos comentarios al respecto.

De vez en cuando, en este blog hemos hablado de la teoría de "los dos diablos," teoría conocida para hablar de la dictadura argentina, que, en palabras de Susana Kaiser en su libro Postmemories of Terror va así: "There is the 'Two Devils Theory,' whereby the 'bad guys' are basically the military personnel or the guerilla forces, and which assumes that all the victims of the repression were armed combatants involved in violent acts" [Hay la teoría de "los dos diablos," en que los "malos" consisten en los militares o las fuerzas de la guerrilla, y la que asume que todas las víctimas de la represión eran luchadores armados involucrados en actos violentos, traducción mía] (143).La teoría de los "dos diablos" dice que TODOS cometieron atrocidades, TODOS tienen la culpa, TODOS eran violentos, así limitando hasta donde pueden llegar las discusiones y sirviendo para exculpar a los involucrados sin investigar o responsabilizar a nadie.

Existe un ejemplo perfecto de la denominada teoría de hace sólo unos días. El ex dictador argentino Jorge Videla, de unos 80 años, sigue teniendo el morro de excusarse, ante un tribunal, con estas palabras: "Reitero y asumo en plenitud mis responsabilidades en todo lo actuado por el Ejército en la guerra en contra de los subversivos." Estas palabras vacías indican una cosa -- que Videla sigue validando la tortura, las desapariciones, las detenciones, los fusilamientos, y todo lo que representaba SU dictadura con palabras que sugieren la idea de que si los "subversivos" no hubieran sido armados, no habría sido necesario hacer lo que hizo durante su mando.

De una forma parecida, se puede hablar de la lectura de la guerra civil como tal, apoyándose en esta idea en el artículo de Toharia, que es la que me llamó la atención en la carta de respuesta: "parece ya claro que aquél no fue un enfrentamiento con una inequívoca línea separadora de 'buenos y malos' sino un choque entre dos fanatismos extremos."

Si a estas alturas está claro que no se puede describir nada en términos de buenos y malos, y mucho menos en una guerra, utilizar la frase "dos fanatismos" no hace más que perpetuar la idea que todos comparten la culpabilidad por lo ocurrido y que todo es "igual." Es una actitud no apolítica, sino antipolítica, y es peligrosa.

Me gustaría apuntar algo más sobre el artículo de Toharia cuando habla del concepto de una "tercera España." Toharia parece asumir que todos que viven en España son "españoles españoles," o sea, gente que nació en el país y que tiene antepasados españoles. ¿Qué hace el sr. Toharia con los inmigrantes que no tienen ninguna conexión personal con la guerra civil o la dictadura, ni siquiera como memoria colectiva? La memoria de la guerra se tiene que considerar en un contexto más amplio que el que propone el autor.
La tercera España, 74 años después
JOSÉ JUAN TOHARIA
EL PAÍS - España - 18-07-2010

Hoy, 18 de julio, se cumplen 74 años del levantamiento militar que oficializó la irreconciliable fractura entre las dos Españas dispuestas a extirparse mutua e inmisericordemente de la convivencia nacional y que dio origen a nuestra última Guerra Civil. A estas alturas, -superados los oropeles propagandísticos y las mitificaciones simplistas- parece ya claro que aquél no fue un enfrentamiento con una inequívoca línea separadora de "buenos y malos" sino un choque entre dos fanatismos extremos que utilizaron el régimen republicano, legal y legítimamente existente, bien como pretexto en un caso, bien como coartada en otro, para intentar imponer sus respectivos radicalismos excluyentes. Y sin embargo, lo cierto es que por sí solas esas dos Españas cainitas no agotaban ni mucho menos lo que en aquella fecha era, en realidad, este país: junto a ellas, -o mejor dicho, entre ellas- existía una mayoritaria tercera España que braceó, sin éxito, por evitar el desgarro. No lo logró y quedó finalmente laminada. Entre otros, Andrés Trapiello se ha venido meritoriamente esforzando por rescatar del olvido a esta mayoritaria fracción de nuestra sociedad, especialmente ignorada pues ni a quienes finalmente resultaron vencedores o vencidos pareció nunca convenir el debido reconocimiento de su existencia.

Ahora, tres cuartos de siglo después, un sencillo dato de una encuesta reciente permite detectar la huella clara de esa tercera España. Entre quienes ahora conforman este país, menos de la mitad dice que, al estallar la guerra, su familia se posicionó con uno de los dos bandos contendientes (el 43% exactamente: 26% con el bando republicano, 17% con el bando franquista o nacional). La mayoría absoluta (57%) procede en cambio de familias que bien pueden ser caracterizadas, en bloque, como integrantes de la Tercera España. Por un lado, aquellos cuyas familias se vieron ideológicamente desgarradas por el conflicto, sin alinearse por tanto claramente con ninguno de los dos extremos enfrentados; por otro lado, el 21% que de forma explícita dice que su familia no se identificó con ninguno de los dos bandos (por más que quepa suponer que inicialmente sintieran alguna mayor lealtad hacia la legalidad vigente, pronto violentada por quienes decían defenderla); finalmente, un 19% ignora si hace siete decenios y medio su familia se inclinaba por algún bando y, de ser así, por cuál. Este tercer grupo entronca, sencillamente, con entornos familiares que verosímilmente optaron por un black out total sobre el tema, lo que parece revelar una voluntad de no implicación y de olvido, para ellos y, en lo posible, para sus descendientes. Un análisis algo más detallado de estos mismos datos de encuesta permite además comprobar lo forzada que resulta la tan frecuente -y alegremente- dada por supuesta línea de continuidad ideológica entre votantes socialistas y bando republicano, por un lado, y entre votantes populares y bando nacional, por otra. Ciertamente, entre los actuales votantes del PSOE abundan más que entre los votantes populares quienes dicen pertenecer a familias que en la Guerra Civil simpatizaban con el bando republicano: 35% frente a 7%. Inversamente, entre los votantes populares abundan más que entre los socialistas quienes proceden de entornos familiares identificados con el bando nacional: 28% frente a 12%. Pero de estas cifras no es lícito concluir que los votantes actuales de cada uno de los dos principales partidos de ámbito estatal sean herederos -exclusiva e inequívocamente directos- de uno u otro bando. En realidad en ambos grupos de votantes son mayoría quienes proceden de familias integradas en la tercera España: esto es, de familias ideológicamente divididas, o que no se identificaban con ningún bando, o que optaron por hurtar toda noticia sobre el tema a sus descendientes. Pero hay más: lo mismo cabe decir de quienes ahora se definen como católicos practicantes y como no creyentes -es decir, entre quienes se sitúan en los que cabe considerar como los dos polos opuestos de nuestro actual espectro religioso-. Ni los católicos practicantes actuales entroncan, directa y masivamente, con familias identificadas con el bando nacional ni entre los no creyentes constituyen mayoría absoluta quienes pertenecen a familias que simpatizaron con el bando republicano. En ambos grupos, por el contrario, se da la misma compleja y variada multiplicidad de líneas de afinidad e identidad ideológica que entre los votantes populares y socialistas: sus raíces básicas son comunes y se hallan en la tercera España.
Carta al editor en respuesta a la de arriba:
La tercera España

CARLOS CARNERO - Ex eurodiputado
EL PAÍS - Opinión - 21-07-2010

Leo el artículo de Toharia La tercera España, 74 años después y mi primera reacción es dejarlo correr. Pero a medio camino hacia la piscina doy media vuelta y escribo esta carta para mantener la conciencia tranquila, porque pienso que el 18 de julio de 1936 muchas mujeres y hombres tenían en este país la misma intención de disfrutar del día y se encontraron con un golpe de Estado contra la República que iba a truncar su vida para siempre. Gentes que nunca había empuñado un fusil tuvieron que hacerlo para defender la felicidad que se habían dado. No eran ni unos extremistas ni unos fanáticos: eran ciudadanos. Pero Toharia considera que aquello fue "un choque entre dos fanatismos extremos que utilizaron el régimen republicano, legal y legítimamente existente, bien como pretexto en un caso, bien como coartada en otro, para intentar imponer sus respectivos radicalismos excluyentes".

Para él, había una tercera España mayoritaria que no quería saber de unos o de otros. Creo que quienes de mi familia -trabajadores de toda clase, como decía la Constitución republicana- lucharon en Madrid, Teruel, Guadalajara o el Ebro, y fueron fusilados, encarcelados o exiliados, se merecen también el "bracearon sin éxito para evitar el desgarro" que adjudica Toharia a su tercera España. Formaban parte de la nación que luchó por su futuro, aunque no tuvieran nombres insignes ni medios para exiliarse voluntariamente.

Seguramente, tampoco lo habrían hecho. Su sitio estaba en su patria, que era la de todos: ni la primera, ni la segunda, ni la tercera, en la que aquel sábado de 1936 solo aspiraban a ser felices.

2 comentarios:

engrama dijo...

Respuesta a Carnero (22.7.10):

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Respuesta/Carnero/elpepiopi/20100722elpepiopi_9/Tes

Aitor Carr dijo...

Hola,

No fue la única carta al director que se publicó en relación a este artícluo. A mi también me publicaron una. El señor Toharia me contesto y también lo ha hecho Gregorio mARAñón. Por ahora El país no publica mi respuesta a sus cartas...

aquí esta todo: http://aitor-carr.blogspot.com/2010/07/cartas-al-director-sobre-la-guerra.html

saludos y felicidades por el blog.

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