Un grupo de jóvenes llevan a la pantalla la vida del maquis Ramon Vila, ‘Caracremada’
N. F.BARCELONA
Tienen una media de 25 años y no hace más de cuatro que se licenciaron en Comunicación Audiovisual por la Pompeu Fabra. Algunos ya se han estrenado como ayudantes en alguna película, pero para todos, director incluido, Caracremada es el primer largometraje como responsables. Es su puesta de largo. De momento han llegado mucho más lejos de lo que se imaginaban al empezar. Han conseguido rodar, financiar el proyecto y el respaldo de uno de los actores más populares de Catalunya: Lluís Soler, y de uno de los principales productores: Paco Poch.
Para llegar hasta aquí han ido quemando etapas. La primera fue una idea que surgió por azar. A Lluís Galter, el director, le rondaba por la cabeza preparar algo sobre el absurdo y El mito de Sísifo, de Albert Camus. «El tema era muy abstracto y difícil de plasmar en imágenes», recuerda. Cuando se lo contó a un amigo, este le habló de Ramon Vila Capdevila, Caracremada, el último maquis catalán. «Me explicó cuatro cosas, que son la esencia del personaje: un hombre que vive, lucha y muere solo. Que mantiene una batalla contra un enemigo imbatible como es un régimen totalitario. Y lo hace derribando torres eléctricas. Esto ya era bastante potente para seguir investigando sobre el tema». A partir de aquí, Galter estuvo dos años indagando y escribiendo el guión. No es un biopic sino una interpretación del personaje como paradigma de la resistencia y metáfora del absurdo en el que será el primer filme sobre el maquis.
La segunda etapa fue la implicación de sus amigos. Estos, incondicionales del director, opinan que Galter, pese a su juventud, «tiene una narrativa y un estilo muy propios». De manera que no se lo pensaron dos veces y abandonaron sus trabajos para embarcarse en la aventura. Para ello crearon la asociación Passos Llargs y se pusieron manos a la obra.
Luego vinieron la búsqueda de financiación, localizaciones e intérpretes. Para el equipo artístico se pensó en caras desconocidas, que no marcaran. «Como es una película centrada en los gestos y las miradas, lo que nos interesaba eran los cuerpos y los rostros», explican desde producción. De los casi 500 no profesionales que se presentaron, se cogieron a 30. Así, los dos guardias civiles que abaten a Caracremada son el churrero de Berga y un jubilado del Pont de Vilomara.
Una caña y un papel
Pero no todos los protagonistas salieron del casting, a Domènech Baptista, que interpreta al maquis Marcel·lí Massana, lo encontraron detrás de la barra de un bar de Solsona. «Lo vimos y lo tuvimos claro, le pedimos una caña y que participara en la película», explica Galter. El filme también cuenta con actores profesionales, como Aina Calpe y Lluís Soler. A este le enviaron el guión por su parecido con Caracremada y para su sorpresa, aceptó encantado. Elogian sin freno su profesionalidad y humanidad.
Cuando el proyecto cogió entidad, quemaron otra etapa: presentarlo a Paco Poch. «Pasamos de hacer una película entre amigos a tener el apoyo de uno de los productores más arriesgado de España», explican satisfechos. La penúltima etapa es el montaje, y están en ello. Y la última, que además es un deseo, es participar en la Quincena de Cannes o en el Festival de Locarno. Y estrenar.
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