El hermano menor de Ángel, Javier, que tenía sólo 13 años en 1976, está reclamando una indemnización en nombre de sus padres, citando la Ley de Memoria Histórica. Reconoce que probablemente vaya a ser difícil, especialmente dado el hecho de que antes no ha habido "ninguna petición de este tipo por una muerte en una manifestación." El artículo es un buen recordatorio de que no todo terminó con la muerte de Franco -- había también víctimas de la transición, muchas de las cuales eran estudiantes. Para más información al respecto, se puede consultar esta lista de fallecidos en la transición:
www.geocities.com/atrefu/Atrefu_caidos_transicion.doc
Vale la pena volver al archivo periodístico de 1976 para saber cómo se relata la noticia de la muerte de Almazán. Por ejemplo, en este artículo breve publicado en La Vanguardia el 21 de diciembre de 1976, leemos que ingresó con traumatismo "herido por causas aún no determinadas." La frase "causas. . .no determinadas" es un eufemismo, igual que cualquier otro utilizado durante la represión franquista en los certificados de defunción. Es una manera de ocultar la culpabilidad de los que hirieron de muerte a este joven.
También he encontrado esta carta de un lector, M.A. Chao, enviada el 29 de diciembre de 1976 a los editores de El País. Las últimas oraciones me llaman especialmente la atención, porque se escriben a la luz de la recién nacida "democracia," y porque, a unos 30 años después de la muerte del joven, aún se intenta cicatrizar las heridas (por eso parece mentira que ciertos políticos sigan empeñándose en hablar de "no abrir heridas" -- ¿de quiénes son?).
Se ha hablado mucho de la Ley de Memoria en términos de las fosas comunes, Valle de los Caídos y la retirada de simbología franquista. Pero el caso que presenta Javier Almazán lleva a preguntarnos donde caben los casos de muertos en la transición, especialmente ya que la Ley de Memoria realmente se titula: "Ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura" (énfasis mío). Habrá quienes critican a Almazán y a otros como él, diciendo que sólo quieren aprovecharse de la ley para razones económicas. Pero el dinero nunca reemplazará la pérdida de una vida, especialmente en circunstancias como esta.El conocimiento de la muerte del joven Angel Almazán Luna, brutalmente agredido en una manifestación el pasado día 15 (ya tristemente célebre), me mueve a escribir esta carta, en la que la indignación ocupa un lugar preferente.Que la muerte del joven Angel Almazán esté relacionada estrechamente con el pasado referéndum; que el «triunfo» del presidente Suárez (como ha dado en calificar el sí la prensa española, y en particular EL PAÍS) haya costado la vida de una persona que no ejercía en su momento otra cosa que lo que teóricamente es un derecho (que de haberse producido como tal, hubiera legitimado el preciado sí reformista), es algo que, a la luz de los hechos y de los acontecimientos pasados (represión, detenciones, multas, agresiones «ultras», intimidación, etc.),no sólo no legitima el sí, vale decir, el referéndum, sino que lo invalida, simple y llanamente.
Pretendo, pues, con esta carta, manifestar mi repulsa (que siento íntimamente no es sólo mía) de tan dramático suceso y de todo lo que de oscuro y antidemocrático ha acompañado al referéndum, externa e internamente.
Guardé y guardaré mi voto, casi «religiosamente», para la verdadera democracia. Que llegará, es decir: se obtendrá, no lo dudo.
1 comentario:
Fui vecino y compañero de instituto de Ángel Almazán. Vivíamos en Vallecas, cerca de la Plaza del Dr. Lozano. Ángel era muy buen estudiante y un chico formal, siempre sonriente y siempre amable con todos. Su conciencia democrática le llevaba a acudir a todas las manifestaciones que se convocaban en favor de la democracia y por la amnistía, como hacíamos en aquellos años tantos jóvenes. Después de todos estos años transcurridos, el recuerdo de Ángel se me presenta difuso, pero sigo recordándolo alto, con el pelo moreno rizado, un poco regordete y con gafas. Aún puedo recordar también a su padre: una buena persona, discreto y humilde. Aquel fatídico 15 de diciembre no se me olvidará, porque yo cumplía 19 años. fuimos a aquella manifestación por separado, con distintos compañeros. La carga policial se extendió contra los manifestantes por la Gran Vía y la plaza de Callao. Según relatan quienes lo acompañaban, Ángel se refugió de las cargas policiales en un portal de esta plaza. Varios policías lo vieron y entraron detrás de él. En el interior del portal lo apalearon con las porras en la cabeza y el resto del cuerpo, con tal saña, que perdió el conocimiento sangrando abundantemente. Fueron los propios policías quienes lo trasladaron al hospital al ver la gravedad del resultado de su paliza y, por ende, para intentar ocultar las consecuencias de su brutal actuación. Mintieron al médico de guardia diciendo que se había golpeado con una farola, cuando su cuerpo presentaba contusiones y señales de porrazos por todo el cuerpo. Aguantó con vida cinco días durante los cuales su habitación estuvo vigilada día y noche por dos policías. El 21 de diciembre murió. Podéis imaginaros las navidades que se presentaban en su casa, una humilde familia trabajadora. Al día siguiente nos reunimos en el barrio y acordamos convocar una manifestación de repuls. El barrio entero, y el entorno de la Plaza del Dr. Lozano en particular, quedamos todos consternados. Como un pequeño homenaje, el equipo de baloncesto del instituto pasó a llamarse desde entonces Ángel Almazán. Me parece muy bien que Javier, su hermano pequeño reclame una compensación por aquel asesinato policial, que quedo imoune, al amparo de la Ley de Memoria Histórica. Ángel tenía sólo 18 años y se manifestaba por los derechos democráticos. Creo que la democracia está en deuda con él y con su familia.
Un fuerte abrazo, Javier.
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