sábado, 6 de diciembre de 2008

Las guardianas de la memoria dictatorial

¿Por qué son las mujeres que se empeñan tanto en defender a sus padres y esposos cuando han sido dictadores? ¿Será una manera de proteger el legado patriarcal, o de re-conectarse con esa gran figura ausente? ¿Es una forma de generar interés en la figura de estos hombres, cuando ya queda poco? ¿De generar dinero por contar al público algún detalle desconocido hasta ahora? ¿O es su intento de re-escribir el pasado histórico para las generaciones venideras que juzgarán (ya lo han hecho) a estos hombres?

A través de la novela El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite (Barcelona: Destino, 1978), C., la narradora, relata sus recuerdos de la hija de Franco, Carmencita. Aquí, C. recuerda ver con su hija y una amiga de esta el entierro de Franco en la tele de un bar:
Y ya me parecía emocionante verla seguir andando hacia el agujero donde iban a meter a aquel señor, que para ella era simplemente su padre, mientras que para el resto de los españoles había sido el motor tramposo y secreto de ese bloque de tiempo, y el jefe de máquinas, y el revisor, y el fabricante de las cadenas de engranaje, y el tiempo mismo. . . [. . .] me parecía imposible explicarles mi repentina emoción a la vista de Carmencita Franco, huérfana de ese padre sempiterno, que a veces se retrataba con ella para la prensa en habitaciones inaccesibles, durante las breves pausas de su dictatorial vigilancia (119).
Unos 30 años después de la publicación de esta novela, y como para coincidir con el aniversario de la muerte de su padre, Carmencita Franco ha publicado, gracias a la ayuda de los historiadores Jesús Palacios y Stanley Payne, un libro de memorias de Franco, titulado sencillamente, Franco, mi padre. Según un artículo publicado en el diario ABC, "la duquesa ha decidido hablar a inciativa propia, cuando ha cumplido 82 años, los mismos con los que falleció el dictador." Mientras que algunos califican el libro como las memorias de Carmencita Franco, otros lo han tachado - como en el caso del artículo de ABC - de un "libro biográfico" escrito por Palacios y Payne, y con la colaboración de Carmencita. Sea lo que fuere, es de notar que es realmente la primera vez desde la muerte de su padre que Carmencita ha hablado públicamente de él.

Me parece significativo también el vínculo entre la fecha de la muerte de Franco y el cumpleaños de Carmencita, especialmente porque sólo la semana pasada, Lucía Hiriart, la viuda de Augusto Pinochet, también ha hablado con la prensa chilena sobre su marido, el que murió hace 2 años el 10 de diciembre de 2006 (en el cumpleaños de ella). Es decir, para estas mujeres (y tal vez especialmente para Hiriart), los cumpleaños están íntimamente conectados con la muerte de dictadores que -- por difícil que sea pensarlos así - para ellas eran padre y marido ante todo. Cumplir años, entonces, es cumplir también con la misión familiar: rectificar en libros y entrevistas las versiones que se cuentan de Franco y Pinochet. A la vez, Carmencita Franco y Lucía Iriart pueden humanizar a los ex-dictadores al demostrar su lado íntimo y familiar.

Por su parte, Carmencita Franco afirma que su padre no era una figura especialmente cariñosa con ella: "no se ocupaba mucho de mí, porque al ser yo mujer, de mi educación siempre estaba mucho más pendiente mi madre." La hija de Franco también dice que a este no le molestaba que lo caracterizaran de "dictador" ya que "al fin y al cabo era una dictadura, y a él, en su época, la Dictadura de Primo de Rivera le parecía que era buena, no estaba tan demonizada como ahora, que cualquiera podría decir: '¡Ufff, una dictadura!, ¡llamarme dictador a mí!'; y eso no le molestaba porque comprendía que lo era. Y a mi madre tampoco" (ver más citas de la dossier de prensa aquí). La hija de Franco también admite que durante la dictadura franquista había represión, pero parece querer deshacerse de este tema cuando dice que no era algo de que se hablaba en casa.

Al igual que Carmencita Franco, la viuda de Pinochet, Lucía Hiriart, nunca ha tenido el afán de hablar con la prensa; sin embargo, en una entrevista con la revista chilena Qué Pasa, parece que ha querido usar la oportunidad para sacar a la luz todo lo que sufrió el ex-dictador poco antes de morir (esta historia es también una que se ha relatado muchas veces de los últimos días de Franco): "Él se fue de este mundo con el convencimiento de la gran injusticia que cometieron en su contra. [. . .] Lo calumniaron tanto... además de todas las injusticias que se dijeron con respecto al papel que tuvo como Presidente de la República."

Es interesante examinar los comentarios de Carmencita Franco y Lucía Hiriart con respecto a lo que dicen sobre el estado aparentemente estable y próspero en que Franco y Pinochet dejaron sus respectivos países. Carmencita Franco: "Yo soy su hija, pocas sombras le voy a dar. Y las luces más importantes creo que fueron elevar el nivel de vida, la seguridad social, preocuparse mucho de la gente para poder crear una clase media que hoy existe y que antes de mi padre no existía. Eso es lo más importante que consiguió." Lucía Hiriart: "Resulta que después de 17 años entregó el país en forma espléndida, de manera democrática, y hoy dicen que ¡nada de eso se hizo! ¿Todo se ha hecho en estos últimos 20 años?" Las dos mujeres siguen la el argumento exacto de cualquier dictadura - que trae estabilidad económica y seguridad para la gente. En otras palabras, no es una dictadura, sino una "dictablanda," como me habría dicho Pilar, la señora con quien me quedé por unas semanas en 2005.

Vale mencionar también la forma en que Hiriart manipula la idea de la memoria para su propio uso. Para Hiriart, es ofensivo lo que la gente ha hecho con la memoria de su marido: "Lo más duro es que aun cuando mi marido ha muerto y no le pudieron encontrar nada ilícito, hasta hoy sacan a relucir cosas y ofenden su memoria. Eso es muy duro" (el énfasis es mío).

Debe de ser muy difícil escuchar un comentario así para la gente cuyos parientes perecieron en la dictadura chilena, al igual que cuando, en España, se escucha el mantra viejo de "no reabrir heridas" o no "remover el pasado" cada vez que surge un tema relacionado con la memoria histórica, como las iniciativas del juez Garzón. Tal vez estas mujeres, que ya tienen unos 80 años, sienten que ya no hay nada que perder si hablan.

Siempre que piense en Carmencita Franco, pienso en el vídeo conocido de ella (abajo, con perdón por la última imagen) cuando niña, hablando a "todos los niños del mundo" que aún están "en poder de los enemigos de mi patria." En el vídeo, se puede apreciar cómo se mueven los labios del dictador mientras Carmencita hace el esfuerzo de reproducir correctamente el mensaje para los oyentes y espectadores. La manipulación de los niños para fines políticos es un tema que me da rabia, en cualquier contexto. Y aunque Carmencita es ya muy mayor, aquí es sólo una niña, que imita como una muñeca al ventríloquo de su padre. En cierto sentido, es lo que sigue haciendo hoy, como Hiriart. Las mujeres que son las guardianas de la memoria dictatorial no hablan mucho, pero cuando lo hacen, hay que mirar, como en el vídeo de hace tantos años, la boca del padre o del marido, y ver el origen del mensaje. Es lo que hace una dictadura. Sigue reproduciendo el mismo mensaje año tras año, aún después de terminada.

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