Del libro
Políticas de la memoria y memoria de la política, de Paloma Aguilar Fernández:
Conmemoraciones de la Guerra Civil
El 18 de julio y el 1 de abril
La celebración del 18 de julio y del 1 de abril constituyen exhibiciones evidentes de los signos externos de la Victoria. Se convierten, sobre todo la segunda fecha, en complejos rituales que, año tras año, son repetidas con gran ostentación y publicidad.
[. . .]
El régimen seguía necesitando de la legitimidad de origen, de la victoria, para justificar su poder. La paz, ciertamente, se conmemora, pero para Franco nunca dejó de ser una paz 'armada' y 'vigilante', como repiten los documentos oficiales. [. . .] Se celebra la paz, sí, pero es una paz al acecho, que no olvida que tiene al enemigo en casa; es una paz que advierte de la capacidad defensiva y ofensiva del régimen. Es una paz casi agresiva, incapaz tanto de producir integración como de crear una identidad colectiva aceptable por todos.
La fecha del 18 de julio tuvo a lo largo del franquismo una gran entidad simbólica. Muchas de las más importantes inauguraciones del régimen se llevan a cabo en este día. En los años cuarenta y cincuenta se pretende con ello evocar la legitimidad de origen. Sin embargo, con el desarrollo económico de los años sesenta y setenta, muchas inauguraciones tendrán un carácter más económico y social, con lo que sobre el 18 de julio acaba también recayendo parcialmente la legitimidad de ejercicio. (142-44)
De Antonio Muñoz Molina, en "
La cara que veía en todas partes:"
El 18 de julio era un día estupendo porque había fiesta y porque la gente recibía una paga extraordinaria. Una vez hubo desfiles de soldados con botas y correajes relucientes y bandas de música, y se inauguró un parque, y la ciudad se llenó de carteles con una foto de Franco sonriente, sentado en un sillón rojo y dorado como un trono. En los carteles, en las banderolas, en las pancartas que colgaban de las calles, se repetía el mismo letrero: 25 años de paz.
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