viernes, 11 de junio de 2010

La respuesta de Joaquín Leguina a Javier Cercas

El otro día posteamos aquí el artículo de opinión de Javier Cercas, "La puñetera verdad," en el que Cercas respondía a una editorial de Joaquín Leguina sobre la memoria histórica. Leguina no ha tardado en componer su propia respuesta, que se encuentra abajo. Me gustaría agregar mi propio comentario a algo que dice Leguina al final de su artículo.

Leguina recuerda que en 2002, fue aprobada una proposición -- con votos del PP, y el 20 de noviembre además -- en el Congreso de los Diputados que decía así: "El Congreso de los Diputados reitera su voluntad de mantener el espíritu de concordia que presidió la elaboración de la Constitución... y reafirma el reconocimiento moral de todos los que fueron víctimas de la Guerra Civil así como de cuantos padecieron más tarde la represión de la dictadura franquista". Como han afirmado ya muchos, la proposición aprobada entonces fue mayormente superficial, una moción diseñada para cerrar la puerta al franquismo de una vez por todas. La profesora y estudiosa Ofelia Ferrán, en su libro Working through Memory, lo explica bien:
It is thus unclear if the much-lauded congressional decree of 2002 signaled a change in the attitude that has characterized the transition of not wanting to face the legacy of Francoism in democratic Spain. Perhaps it is merely one more example of a practice in which the memory of the past is invoked, and officially commemorated, in a purely superficial manner, only to disappear when true accountability for the past is faced. This strategy, in fact, perfectly explains the Partido Popular's support of the 2002 proposition, but rejection of the one passed in 2003. As a spokesman explained, the party refused to support the second resolution because 'dio ese debate por cerrado cuando aprobó, el 20 de noviembre de 2002, una moción de condena del franquismo' and 'el PP cree que con la proposición no de ley aprobada precisamente un 20 de noviembre de 2002 queda cerrado el asunto' (Cué 2003). . .(22).
 [No está claro si la moción muy aplaudida del Congreso de 2002 indicara un cambio de actitud que ha caracterizado la transición, la de no querer afrontar el legado del franquismo en la España democrática. Quizá es sólo un ejemplo más de una práctica en que se evoca la memoria del pasado y se la conmemora oficialmente (de una manera totalmente superficial), sólo para ignorarla cuando se pide asumir la responsabilidad verdadera para tal pasado. Esta estrategia, de hecho, explica perfectamente el apoyo del PP de la moción del 2002, y el rechazo de la que fue aprobada en 2003. Como explicó un portavoz, el partido se negó a apoyar la segunda moción porque 'dio ese debate por cerrado cuando aprobó, el 20 de noviembre de 2002, una moción de condena del franquismo' y 'el PP cree que con la proposición no de ley aprobada precisamente un 20 de noviembre de 2002 queda cerrado el asunto' (Cué 2003). . .(22, traducción mía).
Además de ser lo que se podría llamar en inglés "window-dressing" (¿escaparatismo?), hay que recordar que el PP y el Congreso en sí sólo aprobaron la moción después de que en 2000 se exhumaron los primeros restos por parte de la ARMH y se entregó en 2002 un informe a las Naciones Unidas sobre los desaparecidos en España (Ferrán 21). Entonces, había un contexto que provocó la necesidad de la moción. A mí me parece evidente que el PP esperaba que esto fuese la última vez que tendrían que tratar el tema de la memoria. La fecha del 20 de noviembre fue clave en representar su apoyo para la moción - en la opinión de Joaquín Leguina, el 20 de noviembre de 2002 fue cuando el PP cortó el "cordón umbilical" con el franquismo que menciona Cercas. "¿Dónde está ese cordón " umbilical ahora?, pregunta Leguina.

Sr. Leguina, en primer lugar, una moción es una moción. No es acción. Si de verdad el PP hubiese cortado tal cordón, entonces ¿por qué seguiría resistiendo todas las iniciativas promovidas a favor de la memoria histórica? Por ejemplo, que yo recuerde, no votó a favor de la Ley de Memoria. Sigue quejándose del dinero gastado para ayudar a las asociaciones. Y sin duda está detrás del caso contra el juez Garzón. El caso del PP me parece uno de puro orgullo y obstinación, además de temor por la vida política. El PP ve peligroso el tema de la memoria. Sabe que a sus electores les cae fatal, y hace todo lo que puede para re-dirigir la conversación política en otra dirección. No entiendo cómo una persona como Joaquín Leguina los pueda defender.

Un partido político no debe poder decidir cuando se ha acabado un asunto tan fundamental en la historia comolo ha sido la memoria del pasado franquista  -- ¡y no sólo la memoria, sino las huellas físicas y tangibles, como los restos de desaparecidos, las sentencias bajo el franquismo, el Valle de los Caídos y otra simbología franquista, etc. etc.! -- y qué hacer con ella. Eso lo decide el pueblo.
Y vuelta la burra al trigo

JOAQUÍN LEGUINA 10/06/2010

Un artículo mío -Enterrar a los muertos, EL PAÍS, 24 de abril- en cual pretendía defender la "reconciliación nacional", la Ley de Amnistía y la Transición ha levantado algunas ronchas: Almudena Grandes y ahora Javier Cercas. Pues bien, Cercas malinterpreta (o tergiversa) mis palabras al atribuirme, respecto a la Guerra Civil, un pensamiento según el cual "los dos bandos contribuyeron por igual a la destrucción de la democracia y comparten por igual la responsabilidad política de la guerra". No pienso eso y jamás he dicho o escrito tal cosa. Por el contrario, opino que la mayor culpa y la responsabilidad más alta de aquella tragedia la tuvieron quienes levantaron las armas contra el legítimo Gobierno, pero ello no exonera de responsabilidad por sus errores a los partidos republicanos y, menos aún, a los termocéfalos y antidemócratas. Ítem más: la represión en la retaguardia franquista fue mayor que en la republicana y no terminó con la guerra, sino que duró hasta la muerte del dictador. Pero los asesinatos cometidos en las dos retaguardias son igualmente repudiables.

Tampoco es cierto que los atropellos contra vidas y haciendas duraran en la retaguardia republicana "el tiempo que el Gobierno legítimo tardó en tomar el control de la zona y, en todo caso, se practicaron sin su aprobación", como afirma Cercas, pues ha quedado más que demostrado lo contrario.

Por ejemplo, que las sacas de las cárceles madrileñas y los subsiguientes asesinatos fueron programados y ejecutados por quienes en aquellos azarosos días de noviembre formaban parte de la autoridad republicana. Y aunque la matanza se atemperó a partir de 1937, no se detuvo hasta el final de la guerra.

Tampoco es cierto que la derecha española "comete un serio error al no cortar del todo el cordón umbilical que todavía la une al franquismo", tal como afirma Cercas.

Por ejemplo, la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, el 20 de noviembre de 2002 (y la fecha no es casual), aprobó, con los votos favorables del PP una proposición en la cual puede leerse: "El Congreso de los Diputados reitera su voluntad de mantener el espíritu de concordia que presidió la elaboración de la Constitución... y reafirma el reconocimiento moral de todos los que fueron víctimas de la Guerra Civil así como de cuantos padecieron más tarde la represión de la dictadura franquista".

Me pregunto: ¿dónde está ese "cordón umbilical" del que habla Cercas.

3 comentarios:

Felipe Medina dijo...

Es un auténtico impresentable el Leguina de las narices.Está muy próximo a los postulados peperos ya que espera que Aguirre le dé alguna migaja.

¡Indecente Leguina!

Manolo Hazañas dijo...

Un comentario muy interesante, profundo y reflexivo el que me antecede. Con personas como Felipe es como las sociedades avanzan y mejoran.

Y muy meditado, también, el argumento que la autora de este blog plantea contra Leguina cuando habla del PP: ¿qué quiere decir con él, que la mitad de los votantes españoles son franquistas?

Anónimo dijo...

No hay manera de que la izquierda rancia de este país supere sus propios fracasos, ante la falta de capacidad intelectual y moral de sus actuales dirigentes sólo queda echar mano del pandemónium guerracivilista.
Penoso e indecente.

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